Niños eléctricos

4 11 2008

lecturaNo creo equivocarme si propongo que, como vamos, las jóvenes generaciones se encargarán de desterrar en breve un binomio que en el curso de nuestra vida académica fue vital e insustituible: leer y escribir.

Preguntarnos por las razones que han perfilado esta cultura de rechazo a la palabra impresa no va a cambiar el estado de cosas. Son varias las cuestiones que han confluido en sus estructuras -desde los nuevos códigos verbales acarreados por Internet hasta las ondas posmodernistas que se manifiestan en un ensimismamiento juvenil a veces exasperante-, pero la resultante es una e inequívoca: los desorbitados, los anacrónicos, quienes flotamos en un limbo azaroso sin posibilidad de definir nuestras actitudes y nuestras técnicas somos nosotros.

La experiencia cotidiana es contundente. Los jóvenes no quieren o no pueden decodificar las instrucciones llanas de un examen. Resisten el mínimo encargo de lectura, así sea el de una separata de dos páginas. Se sublevan ante la posibilidad de desarrollar respuestas complejas, y más aún ante la de producir un ensayo. La prensa les es ajena y con ello, sin duda, ahondan la brecha que los separa de una realidad que en el mejor de los casos les es indiferente.

Giovanni Sartori, en el Homo Videns, vaticina el arribo a un punto sin retorno en la evolución intelectual del hombre, la de creer que se puede conocer a través de la pura imagen. “Veo, entonces sé”, vendría a ser en una paráfrasis cartesiana la lógica contemporánea. Esto puede explicar por qué la exposición discursiva carente de referentes visuales deviene en aburrida e inútil. Y también por qué existe la necesidad creciente de suministrar a los jóvenes marcos teóricos y conceptuales cada vez más digeridos.

Sin compartir necesariamente con Sartori las consecuencias catastróficas que el homo videns tendría para la humanidad, considero que se hace indispensable una reflexión a mayor escala en torno a las demandas educacionales de las nuevas generaciones.  

Estamos ante una encrucijada y resulta difícil aventurar salidas. Sin embargo, lo más probable es que al término de esta etapa de transición seamos partícipes de prácticas negociadas e intermedias, que admitan lo anterior y lo actual sin fracturas, conciliando aquello que en este momento solamente nos plantea incertidumbre.

Richard Licetti